
Estudio de caso
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Estudio de caso
DANE, 2024.
El comportamiento de la deforestación en Colombia tuvo como punto de inflexión el Acuerdo de Paz firmado en 2016 entre el Gobierno Nacional de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC – EP). Posterior a esta firma, la Amazonía colombiana se posesionó como la región con mayor deforestación del país con una concentración del 65 % de territorio talado. Las principales causas incluyen: la ganadería extensiva, cultivos ilícitos, agroindustria y desarrollo de infraestructura no planificada. Sin embargo, las malas prácticas ganaderas se han constituido como el principal motor de deforestación, con un complejo entramado de actores (Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible [FCDS] & UK Goverment, 2024).
Entre 2017 y 2024, en Guaviare se perdieron 192.733 hectáreas de bosque debido a la tala y quema de áreas forestales para crear pastizales destinados al ganado. Gracias al monitoreo de la FCDS se halló también que, entre abril de 2024 y marzo de 2025, el departamento registró una pérdida de más de 10.000 hectáreas. Los principales núcleos de deforestación en el departamento son: a) los del Resguardo Nükak Makú y la incidencia de la trocha ganadera, desde San José del Guaviare hasta el río Guaviare, conectando con el sur del Meta y; b) en la vía Calamar - Miraflores hasta el resguardo Barranquillita (FCDS, 2023). Este proceso de praderización responde a la necesidad de expandir áreas de pasto para sustentar el creciente hato ganadero, posicionando las malas prácticas de este sector como el principal motor de deforestación en ese Departamento. Al respecto, el monitoreo satelital realizado por la FCDS muestra cómo, un año después de la deforestación de bosques densos, esas áreas se transforman rápidamente en pastizales, acompañadas por un aumento significativo del censo bovino.
Para Guaviare, el crecimiento del hato ganadero entre 2017 y 2024 fue del 98,1 %, comparado con una media nacional para el mismo periodo del 24,4 %, lo que resalta la magnitud del impacto para este territorio (Instituto Colombiano Agropecuario [ICA], 2017; 2024). En 2024, el hato bovino se concentró alrededor de áreas naturales protegidas como el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, zonas de reserva forestal y el Resguardo Nükak Makú. La coincidencia de puntos de vacunación bovina con los focos de deforestación reafirma la relación directa entre la expansión ganadera y la destrucción del bosque (leer más en la ficha de Ganadería).
La deforestación en los alrededores del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, especialmente en zonas como Bajo Caguán, Llanos del Yarí y Puerto Cachicamo, es alarmante. En estos territorios, la transformación del paisaje avanza de forma acelerada, impulsada por el narcotráfico, pero, en especial por la expansión de la ganadería, que se ha consolidado como uno de los principales motores de la pérdida de cobertura forestal en la región (FCDS & UK Government, 2025).
Dentro de este entramado, las mujeres han sido invisibilizadas a pesar del papel que han jugado dentro de la cadena de producción. En este contexto, esta ficha analiza en los últimos años, la participación diferencial de las mujeres en esta actividad económica en Guaviare, identificando las actividades que ellas desarrollan y las barreras de género a las que se enfrentan. La FCDS considera importante analizar la participación de las mujeres debido a que conocer las motivaciones, intereses y obstáculos de todos los grupos poblacionales involucrados permite prevenir y mitigar conflictos sociales, ambientales y territoriales. Desconocerlos imposibilita plantear soluciones eficaces que involucren las partes, dificultando la participación en iniciativas sostenibles y equitativas de conservación.
En el Observatorio de Conflicto Socioambientales entendemos la perspectiva de género como un enfoque analítico que permite comprender cómo las construcciones sociales de género influyen en las experiencias, oportunidades y expectativas de mujeres, hombres y disidencias sexuales. Este enfoque busca identificar y desafiar las desigualdades de género, reconociendo que los estereotipos, roles y relaciones de poder no son neutros, sino que están profundamente arraigados en estructuras sociales, económicas y políticas (leer más en Mujeres en la ganadería del Guaviare: Desigualdades, retos y oportunidades).
Para la FCDS abordar los conflictos socioambientales desde un enfoque de género es esencial, ya que las mujeres y hombres experimentan de manera diferencial los impactos ambientales y sociales debido a roles, responsabilidades y oportunidades disímiles. En este sentido, la participación de las mujeres en la ganadería debe ser visibilizada para entender las desigualdades estructurales, especialmente en cuanto al acceso y uso de la tierra y otros recursos naturales.
Las mujeres, en especial, en áreas rurales e indígenas de la Amazonía, enfrentan limitaciones que agravan su vulnerabilidad frente a los efectos de la deforestación y otras dinámicas de explotación ambiental. Una perspectiva de género permite identificar y transformar estas desigualdades, integrando las experiencias y saberes de las mujeres en la toma de decisiones, lo que es crucial para promover soluciones más justas, inclusivas y sostenibles.
Históricamente, el imaginario social alrededor de la ganadería se asocia a una actividad predominante de hombres, en donde la posesión de ganado ha sido propiedad de ellos, constituyéndose en símbolo de riqueza, poder y autoridad (Baptiste et al., 2008). De acuerdo con Flores & Torres (2012), existe el ganadero-varón como figura simbólica dentro de esta actividad económica pero no la ganadera-mujer, aun cuando existen mujeres dueñas de fincas con bovinos:
Mujer ganadera de la región.
La falta de una reflexión sobre el rol de las mujeres en la ganadería hace que la figura femenina no tenga una dimensión adecuada a la que toma la figura masculina del ganadero. Este imaginario social incorpora de manera simultánea un fenómeno de presencia y ausencia: destaca lo que considera relevante y deja en la sombra lo que considera opaco. Según Pintos (2012, pág 13), “lo que queda fuera, lo que no aparece, lo ocultado u obviado, es lo que se pretende que no tenga realidad, pero sin lo cual no hay realidad posible”.
Las mujeres están presentes en la ganadería, pero también ausentes, ya que el imaginario social se encarga de ocultarlas e invisibilizarlas. Aun cuando ellas tengan ganado, tierras, vendan animales, leche y/o realicen otras actividades, la norma social interiorizada, condiciona la percepción de ellas solo como mujeres madres y/o esposas, cuya función principal es el cuidado del hogar y la familia. Sin embargo, hay que reconocer que sin su trabajo – especialmente el del cuidado –, la sociedad y la economía carecerían de la base fundamental que sustenta la vida diaria, haciendo imposible cualquier realidad tal como la conocemos.
De esta forma, podemos afirmar que en el imaginario social de la ganadería ha predominado estructuras patriarcales que refuerzan la figura masculina hegemónica, invisibilizando la participación y los roles que las mujeres ejercen dentro de esta actividad.
Mujer en actividad de ordeño con leche fresca.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Mujer atendiendo a su ganado en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Mujer atendiendo a su ganado en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Mujer en actividad de marcación del ganado en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
El Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, en 2024 reportó que en Guaviare el 76,1% de las personas ganaderas son hombres (6.334) y el 23,9% (1.986) son mujeres. Estas 8.320 personas poseen un total de 616.699 animales vacunados contra fiebre aftosa y brucelosis bovina (513.977 pertenecen a hombres y 102.722 a mujeres). En este sentido, es evidente que los hombres cuentan con un número mayor de reses en comparación con las mujeres: en promedio los hombres son propietarios de aproximadamente 81,1 cabezas de ganado, mientras que las mujeres son dueñas de 51,7.
Fuente
Fuente: Elaboración propia, a partir de datos del ICA (2023).
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El sostenimiento de la actividad ganadera está relacionado con un trabajo productivo y reproductivo. Como en la mayoría de las actividades económicas, el trabajo productivo ha estado encabezado por los hombres y el reproductivo por las mujeres. Asimismo, las labores reproductivas han estado invisibilizadas dentro de la producción de valor de las actividades económicas. Sin embargo, las mujeres no solo están involucradas en las tareas del cuidado, ellas realizan otras tareas como: acompañar los partos, producción y comercialización de queso, limpia de potreros, garantizar buenas prácticas relacionadas con la higiene de la lechería y, en particular, se identificó que hay mujeres que se han encargado de mayordomía y labores administrativas de las fincas.
Al respecto, se puede inferir que los hombres tienen mayor acceso a recursos indispensables en la cadena de producción que las mujeres, lo que implica un obstáculo para su participación en esta actividad económica. Sin embargo, hay que resaltar que, en las entrevistas realizadas como parte del programa The Green Livelihoods Alliance (GLA), ejecutado por la FCDS y financiado por la International Union for Conservation of Nature (IUCN NL), se evidenció que las mujeres acceden informalmente a estos recursos (tierra y ganado) por medio de acuerdos orales o escritos y que, a pesar de no ser propietarias, establecen sus proyectos de vida:
Mujer ganadera de la región.
A pesar de las innumerables tareas que tienen las mujeres en la ganadería, ellas reconocen que es una actividad que está atravesada por el machismo y los estereotipos de género. En su mayoría han podido identificar que en algún momento de su trayectoria les han mencionado que existen trabajos para mujeres y otros para hombres y, por lo tanto, conocimientos negados para ellas o actividades exclusivas de mujeres, como el ordeño. Todo esto termina teniendo implicaciones directas sobre la posibilidad de adquirir ingresos económicos que mejoren su calidad de vida. Por ejemplo, se identificó que en el momento que las actividades tienen remuneración económica, los hombres pasan a ser los principales beneficiarios del pago, como es el caso de las fincas de ordeño, en las cuales se contratan mayoritariamente a hombres para realizar esta actividad que, se vuelve remunerada cuando es para la venta, pero cuando es para el consumo doméstico, sigue siendo un trabajo de cuidado no pago y exclusivo de mujeres. Por lo tanto, los roles y conocimientos pueden cambiar, pero la sobrecarga de cuidado se mantiene en las mujeres:
Mujer ganadera de la región.
Mujer en actividad de ordeño en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Mujer en actividad de ordeño en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Mujer en actividad de ordeño en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Mujer en actividad de ordeño en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Se identificó que las mujeres se han involucrado en las tareas de ganadería por diferentes razones: han recibido herencias de su familia o por el fallecimiento de sus esposos o compañeros de vida. Esto genera modificaciones en sus roles tradicionales, sumado a los cambios generacionales en las actividades de las mujeres en el Guaviare frente al quehacer ganadero. Por ejemplo, existe una mayor posibilidad de estudiar para ellas, especialmente, para las más jóvenes.
Sin embargo, estas modificaciones de los roles conviven con las “antiguas” reglas que rigen los estereotipos y roles de género. Este es el caso de las mujeres que se han hecho cargo de la finca porque sus esposos o compañeros de vida fallecieron, las cuales han experimentado dificultades relacionadas a conocimientos negados por parte de sus esposos, debido a que eran ellos quienes estaban a cargo de esta actividad en el hogar:
Mujer ganadera de la región.
Las formas organizativas que agremian a las mujeres ganaderas son escasas debido a múltiples factores: experimentan barreras relacionadas con la recarga laboral alrededor de los trabajos de cuidado y la no remuneración de los trabajos comunitarios. Las entrevistadas manifestaron que tareas como el cuidado de hijos, personas mayores o la gestión del hogar, hacen parte de dichos factores. Esta carga adicional de responsabilidades, no remuneradas y socialmente invisibles, consume tiempo y energía que podrían dedicarse a actividades personales, profesionales o de liderazgo. La desigual distribución de estas tareas, limita su disponibilidad para asistir a reuniones, participar en capacitaciones o asumir roles directivos. Esta situación perpetúa la brecha de género en la participación organizativa y reduce las oportunidades de desarrollo personal y profesional para las mujeres.
Mujer ganadera de la región.
En Guaviare solo se identificaron los siguientes procesos organizativos: la Asociación de Mujeres Productoras del Guaviare (AMPG), la cual trabaja en el fortalecimiento de capacidades para la producción ganadera y la comercialización; la organización Mujeres de Guaviare en Acción (MGA) que se enfoca en la inclusión de mujeres en el sector ganadero y en la sostenibilidad ambiental y, la Fundación Sociedades Solidarias que, aunque no es exclusivamente de mujeres, promueve la participación de ellas en iniciativas ganaderas y sostenibles.
Asimismo, durante este trabajo se identificó y entrevistó a la Asociación Comité de Ganaderos del Retorno – Guaviare (ASOCOMIGAN). Esta fue conformada en 1998 y cuenta con aproximadamente 208 asociados(as), de las cuales solo 65 son mujeres, es decir solo el 31% de las personas asociadas. La primera mujer socia del Comité, reconoce que: “al principio de la organización, la participación de las mujeres era escasa porque en ese tiempo mandaban los hombres. Eran muy poquitas, en cada reunión solo eran hombres, por eso yo me sentía mal porque yo era la única mujer. La verdad, los espacios para las mujeres eran muy pocos” (grupo focal, 5 de abril del 2024).
Se reconoce que la situación ha cambiado en los últimos años, uno de los principales logros ha sido que en la actualidad, el Comité lo dirige una mujer lideresa que ha promovido de manera activa la participación de otras mujeres ganaderas. De igual forma, el Comité junto con otras organizaciones territoriales han promovido espacios de reflexión alrededor de las violencias basadas en género y estereotipos de género, lo que ha permitido que las mujeres cambien su percepción de ellas mismas y sus hijos crezcan con otras formas de aproximarse al género:
Mujer ganadera de la región.
Las brechas de género permiten representar la disparidad existente entre hombres y mujeres con relación a derechos, recursos u oportunidades. Para este caso se encontró que las mujeres, en comparación con los hombres, tienen menos control de los recursos productivos. Esto limita significativamente el poder que ellas pueden ejercer sobre las decisiones para el uso y goce de estos activos (tierra, ganado, entre otros) y las excluye de las actividades productivas, sobre todo cuando se requiere una inversión de tierra y/o dinero para iniciar la actividad productiva (Galie, 2015) (Benez, 1993).
Mujer en actividad de ordeño en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Esta limitación se agudiza no solamente porque los hombres son mayoritariamente los propietarios de estos recursos, sino porque persiste una percepción de que ellos son más capaces y tienen mayores conocimientos para la ganadería que las mujeres, lo que influye en niveles más bajos de conocimiento y poder de toma de decisiones. Por ejemplo, las mujeres entrevistadas que son viudas o divorciadas y se hicieron cargo de las fincas que antes eran manejadas por sus esposos, manifestaron que enfrentan grandes desafíos para lograr tener un estatus como productoras. Por una parte, se sintieron vulneradas porque no tenían la información y dominio que implicaba la actividad productiva y el manejo de relaciones con los otros actores (casi siempre hombres) de la cadena de valor. Por otro lado, entrar a un mundo masculinizado no les permite estar cómodas porque constantemente deben probar ante sus pares hombres que son capaces de realizar las actividades de la ganadería. Además, no encuentran apoyo y solidaridad por parte de los otros actores de la cadena productiva como: trabajadores, comerciantes, entre otros – casi siempre hombres –, sino acciones orientadas a engañarlas y hacerlas desistir:
Mujer ganadera de la región.
La participación de las mujeres en el acceso a créditos para actividades ganaderas enfrenta importantes desafíos. Aunque no se cuenta con cifras específicas para el Guaviare, hay datos que reflejan las dificultades generales que enfrentan las mujeres en Colombia al intentar acceder a financiamiento. Se destaca que la aprobación de créditos comerciales es significativamente más baja para las mujeres que para los hombres. Por ejemplo, solo una de cada diez solicitudes de crédito comercial realizadas por mujeres es aprobada, en comparación con tres de cada diez solicitudes hechas por hombres. En el caso de los créditos de consumo, las tasas de aprobación son cinco de cada diez para mujeres y seis de cada diez para hombres (Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe, [CAF] & Banca de las Oportunidades, 2023). Esta disparidad en el acceso a recursos financieros no solo limita la capacidad de las mujeres para participar en actividades económicas, sino que también perpetúa los estereotipos y roles de género limitando su autonomía económica.
Se identificó que las actividades y el tiempo dedicado al trabajo reproductivo y de cuidado sin remuneración, restringe la posibilidad de las mujeres de contar con ingresos propios, de buscar opciones en el mercado laboral, de participar en los espacios organizativos y de toma de decisiones, al mismo tiempo que las excluye de los sistemas de protección social. Estas desigualdades se acentúan en la ganadería, puesto que, por los estereotipos y roles de género hegemónicos se limita a las mujeres a trabajar en la cocina, razón por la cual se les dificulta conseguir puestos con mayor remuneración dentro de la cadena de producción:
Mujer ganadera de la región.
Mujer atendiendo a su ganado en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Además, las entrevistas permitieron evidenciar que los trabajos del cuidado son peor remunerados y excluyen a las mujeres de los sistemas de protección social. Se encontró que las razones por las cuales las mujeres cuentan con afiliación a sistemas de protección social, está asociada a la afiliación de sus esposos o compañeros permanentes, siendo ellas beneficiarias. Esto limita el acceso a estos servicios, pues dependen de la relación con sus familiares y no es reconocida para estos servicios por su trabajo que, como se mencionó, está asociado al trabajo reproductivo y de cuidado. En palabras de una entrevistada: “Casi siempre a estas mujeres [esposas de mensuales o mayordomos] no se les paga seguridad social porque son beneficiarias del señor” (entrevistada, 3 de abril 2024). De igual forma, se evidenció que las personas empleadoras prefieren contratar hombres, puesto que consideran que las mujeres no cuentan con las “características adecuadas”, limitando el acceso y oportunidades laborales:
Mujer ganadera de la región.
Otro aspecto que se evidenció está relacionado con la incomodidad, tensión y conflictos por parte de los trabajadores hombres, que se generan a partir de los cambios de roles asignados socialmente para las mujeres. En las entrevistas realizadas, mujeres dueñas de fincas (casadas o viudas) manifestaron que los trabajadores rechazaban su puesto de autoridad, lo cual se expresaba con negativas o silencio, provocando situaciones que causaron pérdidas económicas a la productora, con la intención implícita de hacerla dudar de sus capacidades y desistir de la actividad económica:
Mujer ganadera de la región.
Según Flores & Torres (2012), la resistencia que se hace a la autoridad de la figura de una mujer es debido a que, en la construcción de la masculinidad tradicional, esta función debe ser ejercida por otro hombre. En contextos en los que una mujer ejerce autoridad, se presentan dinámicas de desobediencia lo que conlleva a situaciones incómodas con la intención de que las mujeres renuncien o busquen a un interlocutor – en la mayoría de los casos otro hombre – con el cual el mayordomo, mensual o capataz (como hombre) se pueda entender. Esta situación no solo se presenta con mayordomos, capataces y/o jornaleros, sino con otros actores que refuerzan un estereotipo de que las mujeres son fáciles de engañar. Por ejemplo, en las entrevistas se evidenció que, en algunas ocasiones, los comerciantes tratan de sacar provecho como si ellas no tuvieran conocimiento del valor de su ganado.
Igualmente, se encontró que las productoras – particularmente las mujeres viudas – no solo se enfrentan a barreras para el acceso a la información y conocimiento, también se generan situaciones de resistencia y se ven enfrentadas a acoso y amenazas al tomar el papel de dueña de una finca cuando hay desconocimiento y alrededor de una actividad masculinizada:
En el marco de la participación de las mujeres en la actividad ganadera bovina en el Guaviare, la justicia de género es un imperativo ineludible para abordar y transformar las desigualdades estructurales que han sido identificadas. Por tanto, la justicia de género debe partir del reconocimiento de estas brechas para promover sistemas y políticas que tengan en cuenta la histórica participación de las mujeres en este sistema productivo y, por lo tanto, transformar de manera integral las dinámicas relacionadas con ellas y visibilizar la oportunidad que representan para la conservación del bosque amazónico del Departamento.
Bosque amazónico afectado por la actividad ganadera.
Fuente: FCDS.
En este sentido, una de las deudas más relevantes de saldar, es el reconocimiento de las actividades, roles y conocimientos que tienen las mujeres en esta actividad económica, y la necesidad de continuar con la documentación de la participación de las mujeres en los procesos productivos rurales, sobre todo en aquellos que han sido estereotipados principalmente por los hombres. Durante esta investigación fue posible identificar que las mujeres son quienes mayor incidencia pueden tener en la transformación de los sistemas productivos de ganadería a sistemas sostenibles, debido a que ellas han participado en gran medida en las capacitaciones orientadas a esta y al conocimiento que tienen sobre el manejo de otras especies vegetales que permiten hacer sistemas más sostenibles.
Mujer ganadera de la región.
También se encontró la injusticia de género que perpetúa la invisibilización del trabajo de las mujeres en las labores de cuidado y reproducción y refuerza estructuras patriarcales en el sector ganadero. La justicia de género exige el reconocimiento formal de la contribución que tiene el trabajo de cuidado y reproductivo en los trabajos productivos para derribar la falsa dicotomía entre el trabajo productivo y reproductivo, dado que para que exista la generación de excedentes capitales hay una precondición y es: la producción y cuidado de la vida (Herrera & Gago, 2023).
Por otra parte, se evidenció que para las mujeres rurales se hace urgente cerrar las brechas de acceso a recursos productivos, el principal el acceso a la tierra. Es ineludible avanzar en la paridad de la tenencia de la tierra, la dificultad de acceso perpetúa un ciclo de desigualdad en el que las mujeres tienen menos acceso a recursos, menor poder de negociación y una dependencia económica continua de los hombres. La justicia de género requiere la implementación de políticas que aseguren un acceso equitativo a la tierra para las mujeres. En este sentido, la justicia de género en el contexto de la ganadería en el Guaviare es una condición indispensable para el desarrollo sostenible y la conservación del entorno. Reconocer y redistribuir los recursos y el poder permitirá corregir las desigualdades históricas que han marginado a las mujeres, y aprovechar su invaluable conocimiento y capacidad para liderar la transición hacia sistemas ganaderos sostenibles y adecuados en el departamento.
Mujer atendiendo a su ganado en el Guaviare.
Fuente: Equipo regional Guaviare – FCDS.
Por último, de los hallazgos relevantes en esta investigación se encuentra la masculinización de la actividad de ordeño de la cual ya se había mencionado con anterioridad. La masculinización de una actividad ocurre cuando una actividad tradicionalmente realizada por mujeres pasa a ser percibida como lucrativa por variaciones en el mercado y como resultado empieza a ser apropiada por hombres (Moreno, Ajenjo, & Borrás, 2018) (Chant, 2017). Como se mencionó en párrafos anteriores, el ordeño ha sido una actividad liderada por las mujeres. Sin embargo, cuando la lechería se convirtió en uno de los principales renglones económicos del Departamento, esta empezó a ser paga y según las entrevistas realizadas, hay fincas en las que solo contratan hombres para ordeñar. Este fenómeno perpetúa las desigualdades y abre aún más la brecha de género dentro esta actividad ya que desplaza a las mujeres de sus actividades, negándose el reconocimiento y beneficio económico que surgen de esta nueva valoración, lo que refuerza dinámicas patriarcales. Es por ello que la justicia de género exige que se reconozca y se garantice el acceso equitativo de las mujeres a las nuevas oportunidades económicas que surgen, promoviendo una participación equitativa y la valorización justa de su trabajo histórico.












